Antes de que anochezca
Que se les llenen las manos de talentos.
Que las flores ya no tengan espinas.
Que el espeluznante atardecer pase rápido.
Que la nueva mañana no se termine.
Escape de Dos árboles por medio de la muerte.
- Huyamos.
- No podemos, tenemos raíces.
- Ya sé, por qué no dejamos de absorber nutrientes.
- Tardaríamos meses en secarnos.
- ¿Y si dejamos de hacer fotosíntesis?
- ¿Machín?
- Machín.
Saltando se entiende la gente
Everardo estaba tristísimo. Rosita no lo escuchaba, se sentía muy cansada y aquella visita comenzaba a resultarle incómoda. Everardo saltó sobre los cojines de la sala de Rosita, ella intentó conservar la calma y le pidió amablemente que se detuviera. Finalmente lo ignoró. Durante la noche escuchó los rechinidos de los resortes, puso música de Philip Glass a todo volumen y él ruido se seguía escuchando. Por la mañana se enfadó al ver su sillón destrozado, pero le enfadó más el hecho de que Everardo siguiera brincando.
Intentó convencerlo una vez más, pero Everardo no entendía razones, y aún saltaba con más fuerza. Tuvo miedo de dejar su casa en manos de un loco, pero a fin de cuentas era un buen amigo. Se dio cuenta de que era inofensivo y de que se arreglaría después con él para cobrarle el sillón. Cuando ya llevaba dos cuadras recorridas tuvo la certeza de que Everardo dormiría plácidamente y por la tarde, a la hora en que calculara la llegada de ella, comenzaría a saltar para dar la impresión de que nunca se había detenido. Así es que regresó y pegó el oído en la puerta de madera tan sólo para comprobar que Everardo continuaba con aquél ejercicio exasperante. Pensó que tal vez lo hacía por precaución y decidió esperar unos minutos más a que se detuviera. Pasaron las horas. Finalmente se fue a trabajar intentando no pensar en ello. Por la noche encontró a Everardo ojeroso saltando casi sin fuerzas. Le llevó un plato con una quesadilla pero él la rechazó, o quizá sólo le pareció muy difícil alcanzarla. Rosita se sentó frente al televisor y comenzó a cambiar de canales hasta que se fastidió. Finalmente apagó el aparato y esperó a que el ruido de resortes se detuviera.
El sonido viaja a 1225 km por hora, pero el silencio se arrastra lento como caracol, dejando su baba por todas partes. Para cuando se dejó de escuchar aquello Rosita deseaba la muerte.
Pssst
-Oiga señora, se le cayó una barra de selenio.
-No es mía.
-Sí, cayó de su bolso.
-Debe haber llegado ahí por accidente.
-Bueno yo se la doy, usted sabe que hace con ella.
La mujer se quedó contemplando el selenio en su mano tranquilamente. Ya le habían pasado antes cosas más extrañas.
Gigante Verde
La mascota industrial fue inspirada por un neonato de 12 kilogramos. Verde.
Las Furias
Las erinas o furias castigan los crímenes de sangre. Sus látigos son una metáfora de la culpa. Aquí el ejemplo de Tomás, que mató por codicia.
¡Juchucuás!
"¡Ay!¿Qué fue eso?"
Juchucuás.
"Puta, a ver donde consigo raidolitos a estas horas".
Mente Rosada
Pienso que todo va a estar bien. Pienso también que los Estados Unidos llegaron a la luna después de Rusia. Pienso también que ciertas lecturas son interesantes.
Por las mañanas desayuno arroz.
Kike
Se llamaba Enrique, pero le decían Kike. Más bien eso es lo que él hubiera querido, o mejor dicho lo que todos los días rogaba con lágrimas en los ojos a sus compañeros de clase. Pero jamás escuchó a nadie referirse a él con un afectuoso "kike", y sí en cambio casi todo el tiempo como "hermafrodita de mierda".
Que se les llenen las manos de talentos.
Que las flores ya no tengan espinas.
Que el espeluznante atardecer pase rápido.
Que la nueva mañana no se termine.