Alicia

¿Recuerdan esos letreritos que se encontraba Alicia? Eat me/ Eat me not. Drink me / Drink me not. Este tipo de instrucciones contradictorias hacen que el cerebro entre en un estado de choque. No se puede pensar, el sistema se apaga. ¿Y qué pasa entonces? Alicia es un animal, la voz en su cabeza está muerta, o intentando esgrimir una oración coherente en medio de un torrente de pensamientos obsesivos de sexualidad latente y muerte. Alicia no piensa, pero tiene un hongo o un frasco enfrente, como bestia que es come, como bestia bebe.

Primera lección: no existen los verdaderos dilemas.

Cuando el Das Ich regresa Alicia se encuentra con que ha crecido o se ha encogido. Entonces la razón iluminadora entra en el juego y se da cuenta de que tiene que comer una cierta cantidad más o contrarrestar con la bebida para quedar del tamaño justo para pasar por la puertecita, para poder salir de la casa del conejo.

Segunda lección: el yo resurge como ave fénix de tus azotes más patéticos.

Al final Alicia despierta. ¿Y como Chuang Tzú se pregunta cuál es el verdadero sueño? ¿Si el estatuto ontológico del país de las maravillas no es más bien de realidad y la fantasía es su vida insulsa como niña británica no es el sueño? Pero no, jamás se insinúan dichas posibilidades en la novela. Es más, se cancelan.

Tercera lección: lewis carrol es un mal escritor, un pervertido afeminado y un grandísimo hijo de puta, un cristiano decadente y un matemático mediocre, portavoz de los valores que han llevado a occidnete a convertirse en un gigantesco reality show que si bien nos va, los japoneses nos redimirán convirtiendo todo cuanto conocemos en un cruento programa de concursos

epílogo: ¿La masturbación es pecado? El Fabuloso Fred ganó el Kentucky Derby y sus dueños desean congelar su semen para venderlo por correo. ¿Cómo hago que se venga sin incurrir en el pecado de Onán?

respuesta: ¿Quién te dejó escribir el epílogo? ¿Desde cuando los caballerangos tienen computadoras y saben leer y escribir? Corre al establo y hazle una paja al campeón, anda, que me estás poniendo un pelín nervioso.