Tuesday, September 13, 2005

De Charp

Charp –así llamaban algunos amigos a Eduardo Charpenel, cuéntome entre ellos- ojeaba un libro sobre cristianismo que acababa de comprar. Se considera agnóstico, aunque nunca ha podido sacarse de tajo todo lo cristino, como que ha perdurado un poco en él como un sentimiento, pero le gusta probar diferentes modos de espiritualidad, creo que en ese sentido es jungiano, o bien ecléctico. Bien, en todo caso le gusta Kierkegaard y más que un ateo recalcitrante es más bien algo así como un esteta ilustrado abierto a lo que venga. Justo de eso hablábamos, de Kierkegaard y de cómo nos engatusó, de cómo después de todo sí nos dejamos engatusar por un filósofo y asumimos sus categorías como verdaderas.

- ¿Crees que todos los kierkegaardianos apasionados en algún momento lleguen al estadío religioso? – dijo.
- Es una pregunta muy extraña, no sé ni cómo podría empezar a responderla.
- Perdón.

Antes de eso habíamos acordado que ambos estábamos en el estadío ético, desesperados por la inherente naturaleza de la finitud, pero habiendo madurado ya el intento demoníaco de trascender por nuestra cuenta a través de experiencias propias. ¿Demoniaco? Pues sí, ese Kierkgaard era un genio, desde donde estoy parado no veo mejor palabra para describir el intento soberbio de convertir el sufrimiento en algo hermoso, sobre todo preferir eso a disfrutar de una tranquilidad ecuánime que entrega al instante los frutos de lo que promete.
Como él mismo escribió en su último poema: “Es mejor beber del agua antes de tiempo. Es mejor ser vacío que soledad”. La siguiente semana asistió a una conferencia en el auditorio de su escuela, de pronto miró a su alrededor y se sintíó encerrado. Salió al pequeño balcón que está afuera del auditorio. No es un fumador enviciado hasta los huesos, como yo solía serlo, por lo que no siempre trae cigarros. Sin embargo ese día traía, así que sacó un cigarro y comenzó a buscarse el encendedor. En eso escuchó la voz de Dios (y créanme, esa voz sólo podía ser de Dios) que dijo:
- Salta, Charp.

Eran varios pisos hacia abajo.

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