I. Mauro, piénsalo dos veces....
I.
Mauro, piénsalo dos veces antes de desafinar en el coro sabatino. Tu voz de oro nos retuerce los testículos cada vez que entonas.
No, Alejandro, es tiempo de la venganza.
“Es tiempo de la venganza”. Escúchate. Hablas como personaje de película. Así son las personas como tú, pasan años leyendo a Shakespeare y aprenden a hablar como cowboys.
Cuando mi grito llene el recinto conocerás la anarquía sonora y el displacer, porque yo puedo los contrarios y el director del coro no me simpatiza.
El Señor Barbabosa no tiene la culpa. ¿Por qué no te saliste del coro cuando podías? ¿Por qué iniciaste aquel viaje hacia Istanbul? (sólo conseguiste llegar a Guanajuato).
Que empiece la función.
Entonces Mauro se pinta la boca de rojo, se rasura el vello facial y se pone unas pantimedias. En un acto final de ironía se rocía tónico en la boca (como carictura) y afina “Mi mi mi mi mi”. El rostro, la mirada, la tragedia se revela en cada movimiento, no se puede saber es un acting out o si tiene comezón en la nalga.
Salgo tranquilo. Enciendo un cigarro, lo apago, enciendo otro. Es viernes por la noche, o sábado de madrugada, como se quiera convenir. Las horas corren hacia el final y se me ocurre que lo único que puedo hacer es correr a casa de Mimí la costurera. Toco el timbre, nadie responde.
“Quién vive... aquí” Mi broma me causa espasmos muy desagradables, enciendo un cigarrillo más. ¿Se le ofrece algo? Oficial, estoy buscando a Mimí. En esa casa no vive nadie.
Recuerdo de pronto que Mimí la costurera no existe, que es un constructo mental que hice entre Mimí la novia de Mickey y una costurera que me arreglaba el dobladillo de los pantalones de niño. ¿Entonces en verdad llevo años sin amigos? Así parece.
Regreso a mi casa para dormir... ¿Se le ofrece algo oficial? Sí, de nuevo yo. No, aquí vivo, esta puerta se abre con un cuchillo. De verdad es mi casa, adentro hay un gato pardo. ¿Qué en la noche todos los gatos son pardos? Esperaremos a que amanezca para probar mi inocencia.
5:59 pm. La función es a las 6:00 pm, tengo que detener a Mauro. Corro lo más rápido que puedo hasta la iglesia. 6:10 pm, todavía no empiezan.
Viejo, todavía tienes una oportunidad de arrepentirte. Nos miramos a los ojos por unos momentos que parecen durar lustros (¿por qué no? lustros...). El organista hace sonar el primer acorde.
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